Me olvidé de vivir el presente.
Nunca me gustó planificar. Quise siempre ser como el viento, poder moverme libremente, sentía que planificar le sacaba la gracia a vivir. La vida me puso frente a frente con la persona perfecta. Perfecta para mí, claro está. Sin darnos cuenta empezamos a planificar un futuro detallado. El problema es que, por esperar que ese futuro llegara, me olvidé de vivir el presente. Para llegar a todo lo que quiero, tengo que querer lo que tengo, todos los días. El año tiene 365 días, quiero hacer algo diferente en cada uno. Acostarme pensando: "nunca había hecho esto".
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