30 de enero de 2012

Como burbujas...

-Quiero ser una burbuja.
-¡Sí! Seamos burbujas. Estaríamos siempre en el agua, podríamos nadar, flotar, subir. Todo dependería de nosotros. No tendríamos obligaciones, nada que hacer. Solo flotar. Observar. Ajenas a todo lo que pase fuera, cerradas en nuestro mundo perfecto. Es envidiable.
-No podríamos estar siempre así. ¿Después, qué?
 -Moriríamos.

Se produjo de repente un silencio incómodo, de ese que no se llena con palabras porque los pensamientos van más veloces que la propia voz.

-Sí. Moriríamos. Subiríamos y ¡puff! Todo a la mierda. Todo lo que hemos construido dentro de esa burbuja, ilusiones, sueños, metas, logros... Nada. No quedaría nada. Fundirse con el universo, sin más. Para siempre. Tampoco es mala opción. Pero, ¿estarías dispuesta a que no quedara ni rastro de ti, nada que recuerde que alguna vez estuviste allí, que fuiste parte de aquello? Sería como si todo hubiera sido en balde.

Ladeó la cabeza y entornó los ojos.

-Yo no quiero fama. Solo quiero vivir. Libre, como una burbuja. Nada más. Flotar, flotar, flotar...



 

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