Los cambios no son ni buenos ni malos, son necesarios. Cuando sientes que todo está perdiendo el sentido, que el orden natural de las cosas se está convirtiendo en puro caos. Que la vida que tan agarrada tenías ahora se está escapando, está escurriéndose entre tus dedos como si fuera arena soplada por el viento. Entonces y sólo entonces sabes que ha llegado el momento de reaccionar. Y llega la impotencia. Y después la frustración. Necesitas liberar todos esos gritos envasados al vacío que te están consumiendo y no te dejan respirar. Te das cuenta de que no dispones de un borrador mágico para tachar todos los errores cometidos, que los momentos se quedan ahí, grabados en lo más profundo de tu memoria, y salen a florecer cuando más débil estás. Y es que si dejas que el miedo salga, terminarás devorado por él, ahogado en tus propias equivocaciones. Es ser consciente de que las cosas no marchan bien, ¿y qué vas a hacer? ¿Quedarte mirando con cara de incrédulo? Es momento de actuar.
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